“Muere lo malo, nace lo bueno”

Me siento gilipollas al mirar hacia atrás. Donde estaba mi yo del futuro para darme un tortazo y avisarme de tal tontería que pasaría por mi mente. Yo tenía la llave de escape y no la utilicé en su momento. ¿Por qué? Nadie lo sabe.

Toda la confianza invertida, todos los actos que salieron de mi gilipollez ciega. Ciega porque ni con la luz más intensa que tuve ante mí, no fui capaz de abrir los ojos. Ni con las repetidas hostias, una tras otra, que me llevaban a lo más hondo.
Podría considerarse un puñal clavado en la espalda, por venir de quien viene, pero a diferencia del puñal, esto no mata. Solo te destruye momentáneamente para dar paso a tu reencarnación en el mismo ser, pero de corazón y mente renovadas.

Como después de un incendio, muchas noches pasan para volver a ver brotar la nueva vida. Un brote verde que alza de nuevo el bosque más allá del cielo. “Muere lo malo, nace lo bueno”.

La vida continúa y hay muchas formas de felicidad escondidas que tan solo hay que buscarlas. Pasar página del momento que describe Will Smith en la película de “En busca de la felicidad”, el momento de “Esta parte de mi vida se llama Siendo estúpido”, y pasar al momento de “Esta parte de mi vida, este pequeño momento de mi vida lo llamo Felicidad”. Porque ninguna etapa debe de ser tan oscura como para quitarnos las ganas de vivir, de volver a sentir, de ser felices.

Basta ya de auto destruirse con canciones una y otra vez recordando el pasado. Cambiar el disco es la mejor opción. Reescribir el futuro que ahora está lleno de cenizas y dar paso a lo nuevo. Sonriéndole a la vida por habernos dado esta oportunidad.